
La dieta mediterránea, como se planteó, nunca ha sido consumida tradicionalmente en ningún país mediterráneo.
Los estudios epidemiológicos muestran que el consumo de huevos, por ejemplo, se situaría en torno a los diez huevos por semana, el consumo de carnes o pescados es diario, y el consumo de helados y otros dulces era comparable al de fruta como postre. Cuando se analizó la dieta de Creta en los años 1950, la comida estaba bastante racionada, y quizás en ese tiempo la dieta cotidiana de los cretenses se pareciera más a la que él propuso.
Se adopta la imagen de salud proyectada por los países mediterráneos entre los estadounidenses para hacer una dieta más racional, pues la dieta norteamericana de su época abusaba del consumo de ciertos productos (carne, huevos y mantequilla) e ignoraba otros (verduras y pescado).
Terminó entonces en una dieta en la que predominaban los productos vegetales, complementada con cantidades justas de carne y pescado.